SEVILLA Y LA MEMORIA

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En el libro «Las ciudades invisibles», del escritor  Italo Calvino, en su capítulo sobre las ciudades y la memoria, se puede leer:

 “…en Maurilia se invita al viajero a visitar la ciudad y al mismo tiempo a observar viejas tarjetas postales que la representan como era: la misma plaza idéntica con una gallina en el lugar de la estación, el  kiosco de música en el lugar del puente, dos señoritas con sombrilla blanca en el lugar de la fábrica de explosivos. Para no decepcionar a los habitantes, el viajero elogia la ciudad de las postales y la prefiere a la presente, reconociendo que la magnificencia  y prosperidad de Maurilia convertida en metrópoli, comparada con la vieja Maurilia provinciana, no compensan cierta gracia perdida, que ahora sólo podemos disfrutar en las postales. Sin embargo con la Maurilia provinciana delante de los ojos, no se veía realmente nada gracioso, y mucho menos se vería hoy si Maurilia hubiese permanecido tal cual.

Hoy, la nueva metrópoli tiene un atractivo más: que a través de lo que ha llegado a ser se puede evocar con nostalgia lo que era.”

Estas líneas de Italo Calvino, parece que están escritas pensando en  Sevilla. A veces los  sevillanos somos como los habitantes de Maurilia. Nos mantenemos en el atractivo de la nostalgia de una ciudad que ya no existe. Solo nos falta la colección de viejas tarjetas postales en la mano.

Debemos asumir que estamos viviendo otra Sevilla, compleja y contradictoria como toda ciudad real. Y la realidad siempre supone un cierto desorden como muestra de  vitalidad.

Es cierto que la Sevilla de hoy está construida sobre las anteriores, que son su cimiento, su fundamento, pero debemos comprometernos con la necesaria mejora a fondo de nuestra ciudad.

Sevilla debe mejorar. La transformación vendrá  de la mano de un cambio de mentalidad de ciudad cerrada sobre sí misma, a una ciudad que sepa aunar la contemporaneidad con sus  mejores cualidades. Ser fiel a los orígenes y fiel al hoy es un duro compromiso que hay que afrontar. Conservar nuestro patrimonio arquitectónico y nuestras tradiciones solo se justifica plenamente como forma de mantener una identidad cultural que estimule el sentido de pertenencia cotidiana a una sociedad concreta, para hacer la ciudad plenamente habitable en toda su extensión, en todos sus barrios, para todos sus habitantes. La ciudad real debe unir al fundamento de nuestra identidad la confianza en el futuro y la realidad del esfuerzo.

 

Juan Ruesga Navarro.ABC de Sevilla,17 de abril de 2000.

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