…la luz de una ciudad reflejada en un río.

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«Las palabras son barcos

y se pierden así, de boca en boca,

como de niebla en niebla.

Llevan su mercancía por las conversaciones

sin encontrar un puerto,

la noche que les pese igual que un ancla.

Deben acostumbrarse a envejecer

y vivir con paciencia de madera

usada por las olas,

irse descomponiendo, dañarse lentamente,

hasta que a la bodega rutinaria

llegue el mar y las hunda.

Porque la vida entra en las palabras

como el mar en un barco,

cubre de tiempo el nombre de las cosas

y lleva a la raíz de un adjetivo

el cielo de una fecha,

el balcón de una casa,

la luz de una ciudad reflejada en un río…/…

Luis García Montero

La noche más hermosa

Es un programa de madrugada de fin de semana en Canal Sur Radio. Que me perdone Manolo Casal pero no lo he oído ni un sólo viernes o sábado. Es como el que me cuentan que hace la entrañable Carmen Borja a diario en la radio pública de Andalucía. Como el «Hablar por hablar » de la SER, pero con historias más normales, a esas mismas altas horas. No soy oyente de esa franja horaria, pero sí sé que Francisco, invidente, desde Londres es de los oyentes activos , interactivos diríamos nosotros, que suscita más admiración con sus cultas intervenciones. Y que Patro desde la añorada Granada o Rafaela desde mi amada Córdoba son ejemplos de participación real, aunque «El Cabrero», con sus cabras, se lleva la palma en sinceridad.No entran en la red, ni entrarán nunca, porque se les hace un mundo. Su red es la radio, sus blogs son esos programas que les acompañan en las horas de insomnio o los posts que les ayudan a comunicarse o ,¿por qué no?, el messenger para encontrarse antes de conciliar un sueño ya muy esquivo a sus edades. El jueves pasado la radio les hizo conocerse a muchos de ellos, más de un centenar, en Sevilla, en el club Antares.

Tere en clase

Mi madre, uno de ellos, volvió emocionada. Vive sola, porque le da la real gana, y no para todo el día de aquí para allá, de estar con gente. Pero llegada la hora en que cada mochuelo está en su olivo, estos amables y «hermosos y hermosas» búhos que vuelan entre las ondas, son su gente. Benditos sean. Gracias, siempre, a la radio. Gracias Manolo, Manolo Gordo. Gracias Carmen.

Público sin corbata

Hace veinticinco años que suelo llevar corbata al trabajo. En la Facultad ni de lejos. Luego en el Hospital algunas veces. Fue en la Diputación cuando empecé a usarla con frecuencia,aunque mi padre o quien estuviera a mano hacía el nudo para que luciera bien.Después,durante años,con los ojos cerrados,andando y hablando por el móvil,todo a la vez por aquello de las prisas y la agenda.Me acostumbré tanto a ella que,en invierno,incluso algún día de descanso me la colocaba.Ahora,sin saber porqué, no tanto. Será cosa de la versión Alfredo 5.0.Por eso me parece curiosa, entre tantas informaciones esta respuesta a un correo al nuevo Público. No diré que el periódico tiene razón, ni mundo, pero sí quizá sea vanguardia del abecedario diario de mucho pueblo en nuestro país:

«Por otra parte, Eduardo, salvo por obligación profesional, cada vez menos gente lleva corbata. Sólo la usan los políticos, banqueros, ejecutivos y gente así. Yo creo que la corbata es signo de distinción: es decir, de distancia.Distinguirse, distanciarse de la minoría, alejarse del «vulgo municipal y espeso», me parece una ambición mezquina y minúscula. Además, para conseguirlo, uno casi siempre acaba avasallando:convenciéndose de que uno mismo es señor y el resto son vasallos. A mí eso me parece tan entristecedor que casi nunca llevo corbata ni traje, porque incita a sacar pecho (al menos a mí) y a hacer a otros de menos. Prefiero acercarme a los demás en lugar de distinguirme o distanciarme de ellos. Y estoy convencido de que a usted le pasa lo mismo, Eduardo».